jueves, 16 de octubre de 2008

Constante

Desde la ventana de la oficina donde trabajo, veo una terraza. Está muy cerca, a metros. Allí puedo presenciar el proceso de descomposición del cadáver de una paloma. Hará un mes, más o menos, apareció muerta. Es una terraza gris y sucia, tan común del microcentro porteño. Un poco depresiva y otro tanto melancólica. El marco perfecto para asistir al paso del tiempo sobre un cuerpo sin vida.
Está en un lugar inaccesible, hecho que se atribuye a la intrincada arquitectura de la elevada edificación. Se salva así de terminar en una bolsa de consorcio, y deja a la naturaleza hacer lo suyo.
Es el mismo cuerpo que previo a este destino, surcaba los aires de la ciudad. Es cierto, de todas formas era un cuerpo horrible. Lo sigue siendo, pero sin vida. Y en medio de un proceso metódico y paciente. El que trajo a mi cabeza la noción de disciplina. Será porque justamente es otro atributo que sobre el cuerpo inerte se pone en práctica, siempre y cuando no haya un factor alternativo que alteré el curso de los hechos. Mientras eso no suceda, la disciplina se aferrará sostenidamente a ese pedazo de carne y plumas. Ese cuerpo sin belleza, real ni aparente.

No hay comentarios.: